La foto tomada por el estudiante de fotografía Robert Wiles el 1 de mayo de 1947, minutos después de que Evelyn McHale saltará del edificio Empire State, fue bautizada por la revista Times como «el suicidio más hermoso».
El 30 de abril de 1947, Evelyn Mchale tomó un tren desde nueva York hasta Pennsylvania para ver a su prometido Barry Rhodes. Durmió con él y al siguiente día, antes de que él se despierte, fue a la estación y compró un ticket de regreso a Nueva York.
Fue directo al edificio Empire State, tomó el ascensor hasta el piso 86 y pidió permiso a un guardia para pasar al mirador.
Este la vio acercarse a la baranda y contemplar la ciudad, dio la vuelta para revisar al resto de personas que entraban al piso. Cuando vio de nuevo, Evelyn Mchale ya no estaba ahí, solo su abrigo, perfectamente doblado y descansando sobre el otro lado de la baranda de protección. Evelyn había saltado y el sonido del impacto se había perdido con el ruido de la ciudad. Su cuerpo se estrelló contra un auto y ella parecía solo haberse dormido sobre el metal destrozado.
Su hermana reconoció el cuerpo en la morgue y cumplió con las órdenes de la nota.Convirtió el cuerpo de Evelyn Mchale en cenizas y las esparció en un lugar desconocido. Evelyn McHale nació en Berkeley, California pero se mudó con su padre a Nueva York luego del divorcio de él con su madre.
Ella padecía de depresión crónica pero nunca fue diagnosticada correctamente. Con el divorcio perdió la custodia de sus hijas.
La depresión era una enfermedad poco comprendida en la primera mitad del siglo XX. Muchas de las personas que la padecían terminaban con su vida. Hasta ahora es un tabú. El cerebro es parte del sistema nervioso y como tal puede ser el causante de un intenso dolor, incluso si ningún factor externo está afectando al cuerpo del paciente.
Según la nota de suicidio de Evelyn McHale, era su deseo que nadie vea su cuerpo después de la muerte. Fue una fatalidad que su cadáver haya pasado a la historia como «El suicidio más hermoso».
La fotografía fue bautizada así por el choque emocional que produce. El cuerpo de Evelyn McHale parece reposar sobre unos almohadones, como si estuviera dormida. No hay signos de dolor en su rostro, ni el terror de un cuerpo destrozado por el impacto. Pero no son almohadones sino los metales retorcidos de una limusina, y Evelyn McHale no va a despertar, porque está muerta.
El contraste de estas ideas produce una tensión en el espectador, sabemos que la muerte no es hermosa pero la fragilidad de este cuerpo en medio del metal nos confunde y nos cuestiona sobre el dolor y la vida.

Tal vez por eso esta imagen nos sigue atrayendo, incluso si nos hace sentir mal. Lo único que nos queda es aprender a respetar la muerte, y sobre todo comprender que el suicidio es solo un síntoma más de una gravísima enfermedad. No tanto el pilar de un debate sobre lo valentía o lo sagrado.